viernes, 15 de junio de 2012

Los periodistas y medios nos bajamos del pedestal o nos derriban. Mi reflexión sobre #Yosoy132


Claudia Herrera Beltrán
No había visitado la Estela de Luz, me provocaba cierta repulsión su historia de opacidad. El miércoles fui para ver de cerca a los jóvenes de #Yosoy132 y saber qué decían de los medios de comunicación. Los periodistas no podemos quedarnos impávidos ante una movilización de esta magnitud y engañarnos con que la crítica es sólo para el duopolio televisivo. Unos más, otros menos, pero todos hemos contribuido al modelo de comunicación imperante.
Me asomé a la base y observé una multitud de muchachos escribiendo en sus pancartas: “Apaga la tele, la revolución no será televisada”,  “Arma de manipulación masiva”, “¿Cuánto te pagan por mentir y cuánto te cuesta decir la verdad?”. Otras tildaban de mentirosos a Joaquín López Dóriga y a Carlos Marín, dos veteranos del periodismo. Los dos me recuerdan a un amigo columnista muy famoso que confesó en el diván de su terapeuta haber descubierto su condición de institución del periodismo nacional, razón por la cual parece pontificar desde un pedestal.
Con cierto alivio corroboré en la Estela de Luz que no había ninguna pancarta contra La Jornada, donde soy reportera. Es más, escuché a cinco estudiantes de la Universidad Iberoamericana celebrar la portada del diario con los rostros de algunos de los 131 alumnos que, con ayuda de sus webcams, negaron ser porros y acarreados en las manifestaciones contra Enrique Peña Nieto y así encendieron la luz de esta movilización.
Paré la oreja y me di cuenta que esos mismos alumnos eran implacables con columnistas renombrados, a quienes insultaban y llamaban vendidos. Pero cuando escucharon: ¡Aristegui, Aristegui¡ se unieron al coro.
¿Qué me llevó a escudriñar en sus conversaciones y pancartas? Con #Yosoy132 ratifiqué mi idea de que los dueños de medios de comunicación, los periodistas y sus jefes nos bajamos de los pedestales o seremos derribados pronto. Exhibidos por esta irrupción juvenil, los magnates de la televisión Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego, transmitirán el debate presidencial en los canales 2 y 13 cuando debería ser su obligación si hubiera leyes y un IFE fuertes.
En las redes sociales los universitarios se informaron, tomaron conciencia sobre cómo algunos medios manipularon información de las protestas anti Peña Nieto en la Ibero, además se organizaron y alzaron la voz. Lo hicieron en Twitter, Facebook, Youtube, herramientas descalificadas, desdeñadas o temidas por algunos en el gremio. Es natural que su inmediatez y oportunidad de anonimato susciten desconfianza, pero de fondo hay más desconocimiento.
"No va a pasar nada", "para qué me ilusiono", "sólo le pusieron color a las elecciones", "Peña Nieto va a ganar de todos modos", me han comentado varios colegas. Tienen razón, es posible que el 1 de julio, se ratifiquen los números de las encuestas –me gusta dudar y en eso se basa mi profesión-, pero sé que si pensamos así los periodistas nos negamos a ver que formamos parte de ese sistema tan vilipendiado por #Yosoy132.
Y aunque trabajemos en medios más cercanos a la sociedad, con estándares éticos y de calidad no podemos dejar de ser autocríticos. Es más nos toca ser más severos que otros, precisamente por estar en espacios de libertad que han vivido boicots publicitarios o libran fuertes batallas para permanecer. Yo nací y crecí como reportera en La Jornada.
Principios para un periodismo de calidad
Pensando en el periodismo como promotor de la democracia desempolvé el manual “Periodismo de calidad. Propuesta de indicadores” con prólogo del maestro colombiano Javier Darío Restrepo, una especie de ombudsman de la prensa latinoamericana.
Conocí a Restrepo y leí este texto gracias a la generosidad de La Jornada y de la Ibero. En esa universidad cursé la beca Prensa y Democracia (Prende), que me ayudó a sacudirme la modorra y salir de mi zona de confort periodístico.
En este libro se encuentra el argumento esgrimido por las manifestaciones #Yosoy132: la información de calidad es pre-requisito para una democracia de calidad. Y cita a Bill Kovach: “El propósito del periodismo consiste en proporcionar al ciudadano la información que necesita para ser libre y capaz de gobernarse a sí mismo”.
Por eso aconseja a los medios de comunicación tener un ojo crítico sobre su actuación y seguir ocho principios. No voy a mencionar todos, sólo abordaré con ejemplos algunos como: la investigación periodística, el derecho y acceso a la información, la equidad en la asignación de publicidad, así como los mecanismos de contrapeso a los medios.
Hace poco Andrés Manuel López Obrador elogiaba a algunos medios de comunicación, porque investigaban temas que servían de gasolina a su discurso e incluso a la campaña. En ese momento dije: tiene razón, cuánto falta indagar (el principio 3 consiste en promover la investigación periodística) y alejarnos de la declaracionitis. Luego pensé que los políticos suelen dar certificados de buena conducta cuando destapamos al adversario, pero no cuándo las luces apuntan hacia ellos.
Más que ceñirnos a una agenda elaborada al gusto de los políticos la prioridad deben ser los ciudadanos. Eso lo aprendí en el diario. No digo que eso implique tener medios puros, neutrales, porque eso no existe, todos tienen una línea editorial y pesados intereses políticos y empresariales, lo vemos en los grandes periódicos como The New York Times o El País.
En México el Estado y los partidos políticos suministran la mayor parte de la publicidad a los medios. Por eso hay políticos que son intocables en unos lados y en otros no, depende de dónde se abra la chequera. Esto tiene su origen en la falta de leyes que regulen la publicidad oficial (el principio 7 plantea la equidad en su asignación). Es un punto nodal atorado por los intereses de políticos y empresarios mediáticos que no le mueven, ¿para qué?, si la discrecionalidad es mejor.
Algunos dirán que cada vez hay menos lectores de periódicos y tienen razón. Pero, ¿cómo vamos a ganar audiencia si miramos poco a los ciudadanos? y hacerlo implica no sólo hacer nuestras sus agendas sino acercarnos a ellos a través de la tecnología que usan. ¿Por qué tanto desdén?, me pregunto.
“Tenemos que crear conciencia de que la primera lealtad del periodista está con el ciudadano. No ver a éste sólo como consumidor, sino reconocerlo como destinatario y sujeto del derecho de la información”, señala el principio número 8 del manual sobre periodismo de calidad.
Y eso implica incluirlos. Al día siguiente de la protesta en la Estela de Luz me desconcertó ver notas con las voces de Javier Sicilia y Paco Ignacio Taibo II –este último, por cierto, recibió rechiflas por tirar netas partidistas- o datos de las pancartas y de las consignas. Pero vi poco perfilados a los protagonistas. ¿Quiénes son con nombre y apellido? ¿qué estudian?, ¿qué música les gusta? ¿cuáles son sus historias que los llevaron a romper el silencio? Y eso significa dejar de reflejar a los de siempre y mostrar creativamente a actores que ocupan las primeras planas sólo cuando se hartan de ser invisibles.
¿Y qué tal la falta de solidaridad entre nosotros? Un puñado se manifiesta contra los asesinatos y agresiones a periodistas. Algunos en los estados mejor se organizan y se defienden solos, porque sus medios difícilmente sacan la cara por ellos. Ni en pagarles bien y mucho menos en darles garantías para su arriesgada labor. Hace poco supe de unos reporteros de Morelos que formaron brigadas de autoprotección. ¿Y los que vivimos menos expuestos en el Distrito Federal qué hacemos?
La ausencia de solidaridad comienza en las fuentes de información, donde peleamos por nada o aislamos al que se opone al maltrato y la cerrazón informativa. En el sexenio del presidente Felipe Calderón vi cómo los colegas de radio hacían su trabajo con cierto miedo de que sus jefes recibieran llamadas de Los Pinos (o sea, como en los tiempos del PRI). En esta lógica hubo compañeros que evitaron hacer preguntas incómodas acordadas en grupo y mejor formulaban alguna filtrada por Comunicación Social. Son principios de ética elemental que si se pasan por alto nos convierten en cínicos, esos que no caben en el periodismo, según Kapuscinski.
Otro punto polémico: los medios de comunicación casi no aceptan tener lupas encima. Pocos informan con claridad desde quiénes son los dueños o accionistas, sus verdaderos niveles de audiencia hasta cuánto reciben de publicidad por parte del Estado, dinero que proviene de los impuestos de los contribuyentes.
Muchos exigen transparencia, pero en casa todo está guardadito. Pocos tienen códigos de ética o manuales de estilo que generalmente son desconocidos por sus audiencias. La mayoría carece de ellos y todo se basa en reglas no escritas aprendidas por periodistas, editores, etcétera, por ensayo y error. Ni hablar de los ausentes defensores del lector u observatorios civiles (el principio 6 sugiere establecer mecanismos de contrapeso en los medios).
Hace unos días platicaba con David Brooks, gran corresponsal de La Jornada en Nueva York, sobre Open The Guardian Weekend, un festival que abre las puertas del periódico británico a cientos de lectores durante un fin de semana para que conozcan sus entrañas, asistan a conferencias donde tienen oportunidad de cuestionarlo y de disfrutar actividades culturales.
Como ésa emprenden otras iniciativas para que la sociedad se sienta parte del diario, además son vanguardia en internet. Sin ir lejos, El Faro de El Salvador hace periodismo digital de excelente factura. Regreso a The Guardian, cuya premisa, según su director Alan Rusbridger, consiste en que “los periodistas no son los únicos expertos en el mundo”.
Y como no somos los únicos expertos en el mundo, es más, somos los menos expertos en infinidad de temas, debemos bajarnos de los pedestales antes de que nos tiren. ¿O ya nos caímos y no nos dimos cuenta? Por eso #Yosoy132.


http://ciberpoliticos.com/?q=yosoy132nosobligabarnospedestal



Los periodistas, obligados a renovarse


Con frecuencia, se recrimina a los medios una escasa voluntad de evolucionar. Se les critica por dar la espalda a los cambios que vive su negocio: por mucho que la tecnología digital haya revolucionado los procesos de producción, elaboración y consumo de la información, muchos de esos medios se contentan con adoptar mudanzas puramente cosméticas. Pero, ¿y los periodistas?, ¿merecen también ellos ser criticados por su inmovilismo?
En estos tiempos en que la profesión periodística malvive apaleada por todos lados, puede sonar improcedente o incluso cruel criticar a sus trabajadores. Bastante tienen con sobrellevar tantas penurias, se dirá. No en vano, la doble crisis del periodismo –la económica que todos sufrimos y la propia de la industria periodística– se ha cebado especialmente con este eslabón débil de los medios. La mayoría de los periodistas ha visto cómo empeoraban sus condiciones de trabajo. Eso, si han tenido la suerte de conservarlo: se calcula que, entre 2008 y finales de 2011, en España perdieron su empleo unos 6.000 de los 50.000 periodistas en activo. Y el derrumbe continúa.
La responsabilidad principal de haber llegado a este sombrío panorama no recae, por supuesto, en los periodistas. Al igual que en otros sectores, también en el periodismo han sido gestores, ejecutivos y consultores variopintos los principales responsables de tanto desmán. Pero esto no exime a los periodistas de reflexionar sobre qué pueden hacer para mejorar su situación. Y tienen margen de mejora.
En las redacciones hay, por fortuna, mucha gente ávida de aprender, abierta a las novedades profesionales, y dispuesta a ponerlas en práctica en su trabajo cotidiano. Sin embargo, un porcentaje no pequeño se distingue precisamente por lo contrario: su rechazo a toda innovación, un marcado desinterés por adoptar nuevas tecnologías en el trabajo y, en fin, una decidida voluntad de seguir haciendo siempre lo mismo. Igualito que sus medios, vamos.
Se suele atribuir esa cerrazón mental a los periodistas más veteranos. No ocurre necesariamente así: varios de los periodistas más innovadores y abiertos al cambio que he conocido podrían ser mi padre; alguno hay incluso que podría ser mi abuelo. Del mismo modo, conozco periodistas veinteañeros con una mentalidad de lo más carca. El espíritu innovador no lo determina el carné de identidad.
Tampoco el medio donde uno trabaje garantiza una vocación innovadora. Puede pensarse que los periodistas más creativos de hoy trabajan todos en internet y los más obtusos lo hacen, por el contrario, en medios más clásicos. Nada de eso: la creatividad aparece donde uno menos se lo espera. Pero esa inventiva y, en general, la capacidad de hacerse necesario en cualquier organización hay que cultivarla.
Ante sus problemas actuales, los periodistas están obligados a reforzar aquellos conocimientos que incrementan su valor profesional. En ese sentido, además de otras cualidades intelectuales y personales, dominar las tecnologías digitales y mantener una presencia activa en las redes se ha convertido en un requisito fundamental para la proyección profesional de todo periodista. Dar la espalda a la red ya no es una opción. Cualquier periodista que aspire a continuar en su profesión debería entender que necesita convertirse en un profesional de la información digital.
Esto significa, entre otras cosas, aprender a  investigar de forma experta en fuentes digitales; nada de dos o tres palabras escritas al azar en Google o un par de consultas urgentes en Wikipedia. También implica dominar las claves del lenguaje periodístico en la red: el uso acertado de los enlaces, la composición hipertextual de la información, la combinación atinada de elementos multimedia… Y, por supuesto, supone asimismo dominar las claves de la edición en medios digitales: unos medios que combinan la publicación de máxima urgencia con información de fondo, y donde cada vez ganan más importancia las plataformas móviles con fórmulas editoriales específicas, en las que es preciso tener siempre presente la participación de los usuarios.
La profesión periodística tiene futuro, pero vive un proceso de reconversión. Así como los medios deben cambiar, también a los periodistas les corresponde su parte de cambio. Que sea pronto.

Este es el sexenio de mayor agresión a periodistas: Fernández Christlieb



Periódico La Jornada
Jueves 14 de junio de 2012, p. 20
En un momento en que la ciudadaníatiene hambre de conocer verdades el periodismo en México atraviesa tiempos difíciles toda vez que estamos en el sexenio de mayor agresión contra periodistas, advirtió Fátima Fernández Christlieb, a nombre del jurado del Premio Nacional de Periodismo 2011.
En un pronunciamiento, el jurado urgió a las autoridades competentes a esclarecer el caso de la reportera del periódico Zócalo, de Saltillo, Coahuila, Stephany Cardoso y su hijo de dos años, desaparecidos el pasado viernes.
Al presentar la convocatoria y los miembros del jurado calificador para dicho certamen recordaron que en los tres años recientes se han registrado más de 500 agresiones a la prensa (amenazas, hostigamientos, detenciones arbitrarias, entre otras), de las cuales 65 por ciento han sido cometidas por agentes del Estado, mientras que 13 por ciento pueden atribuirse al crimen organizado. De 2000 a 2012 han desaparecido 14 periodistas y 71 más fueron asesinados.
En entrevista posterior, el director de Artículo 19 para México y Centroamérica, Darío Ramírez, advirtió que el nivel de riesgo para el ejercicio periodístico crece intrínsecamente en el contexto electoral, por lo que la organización internacional ha intensificado sus cursos de capacitación y entrega de guías para protocolos individuales a los periodistas en este periodo de campañas.
Fernández Christlieb (presidenta del jurado) llamó a tender un puente entre la academia y los medios de comunicación pues, lamentó, hay muy poca vinculación entre ambos.
La convocatoria quedó formalmente abierta desde ayer y hasta el 24 de agosto para la recepción de trabajos difundidos (en cualquier medio) durante 2011 en ocho categorías: noticia, reportaje/periodismo de investigación, crónica, fotografía, artículo de fondo/opinión, caricatura/humor, entrevista, y divulgación científica y cultural. El fallo se dará a conocer el 6 de noviembre próximo.
El jurado está compuesto por académicos y periodistas como son Rafael Barajas El Fisgón (colaborador de este diario), Darío Ramírez, Guadalupe Juárez, Gabriel Sosa Plata, Alejandro Cossío y Alejandro Jiménez, entre otros. El premio consiste en una escultura diseñada por Juan Soriano, un diploma y 50 mil pesos. Las bases se pueden consultar en las páginasperiodismo.org.mx y pnp.org.mx.

















http://www.jornada.unam.mx/2012/06/14/index.php?section=politica&article=020n1pol&partner=rss

Escribir a dieta


Hace años, en todos los periódicos trabajaba un gordo dedicado al arte de corregir la puntuación. Mientras otros sudaban en el lugar de los hechos, él leía con ojos de cazador. De tanto en tanto, chupaba un lápiz como quien prueba una golosina y tachaba un gerundio. No necesitaba consultar diccionarios porque había engordado a fuerza de adquirir palabras.
El corrector obeso era la versión extrema del periodismo sedentario. Su cuerpo expresaba autoridad. Aunque odiáramos sus enmiendas, lo veíamos como a un Buda cuyo paradójico don consistía en suprimir el adjetivo que tanto nos gustaba.
En un diario español conocí a uno de esos gordos, que además tenía el tino de apellidarse Grasa. Nadie se burlaba de él. Su nombre parecía heráldico, digno de su especialidad. Los correctores perdieron importancia desde que la computadora prometió hacer esa tarea. El gran gordo desapareció mientras las redacciones se llenaban de gorditos.
Los reporteros se ejercitan menos; ya no persiguen las noticias a pie, sino que las buscan en las pantallas. Un oficio de flacos (recordemos al periodista famélico dibujado por Abel Quezada) se ha convertido en una tarea donde la barriga ya no es exclusividad del corrector en jefe.
Internet ha traído numerosos cambios culturales. No vamos a demonizar aquí algo bueno e inevitable, como la lluvia o el teléfono, pero es un hecho que los inventos ponen nerviosa a la gente. La fotografía anunció el fin de la pintura, el cine el fin de la fotografía, la televisión el fin del cine y la computadora el fin de la televisión. El resultado suele ser el opuesto. Cada nueva tecnología prestigia a la anterior: el plástico ennoblece al vidrio, el vidrio al bronce y el bronce a la piedra.
Las fotos polaroid, que parecieron el non plus ultra de lo moderno, acaban de de-saparecer para siempre, convirtiendo a sus cultores -de Andy Warhol a David Hockney- en artistas de una edad pretérita.
Dentro de 50 años será imposible encontrar un sistema operativo para leer un CD con la información que hoy podemos grabar. En cambio, se leerán libros caligrafiados hace dos mil años.
Internet refrendó la fuerza de la cultura de la letra. No podemos vivir sin escritura. La constelación que una vez se trazó con tinta de calamar, ahora brilla en nuestras pantallas.
Sin embargo, ante la galaxia Google, el periodismo impreso ha tenido un ataque de ansiedad. En vez de realzar sus recursos, imita los ajenos. Como la información en línea es muy solicitada, los periódicos tratan de parecer páginas web (menos letras, más imágenes, tips que simulan ser links?).
La reacción debería ser la contraria. Si en la pintura el abstraccionismo mostró lo que no puede hacer la fotografía, el periodismo impreso debería ofrecer lo que no funciona en la red: textos larguísimos para gente que conoce la calma. El periódico italiano La Repubblica es un buen ejemplo al respecto. Se lee al ritmo que impone el papel. Hace poco, uno de sus temas de portada fue la descripción de un beso. Es cierto que el autor era Orhan Pamuk, pero pocos diarios lo hubieran considerado digno de primera plana.
Lo curioso es que mientras se reduce el periodismo de investigación y se eliminan suplementos, las revistas ganan adeptos, demostrando que hay gente dispuesta a leer textos más extensos que los de las cajas de cereales.
La red se ha convertido en su propio tema: es el horizonte de los acontecimientos. En vez de acudir al lugar de los sucesos, el reportero vigila la realidad virtual. Como todos pueden llegar ahí, la competencia se basa en la homologación. El triunfo de conseguir algo único es menos decisivo que la derrota de perder lo que los demás consiguieron. La novedad tiene un criterio estándar.
Otro efecto secundario de Internet es la disminución de corresponsales extranjeros. La red es una plaza sin patrias donde se intercambian datos de todas partes. Los enviados especiales se han vuelto caros y en cierta forma desconfiables: ven de manera peculiar un mundo que aspira a la norma.
Para colmo, en muchas ocasiones el reportero debe escribir un texto aplicable a varios formatos (el periódico impreso, la información en línea, el boletín de radio o televisión). Por lo tanto, ofrece una materia neutra donde los giros personales se evitan como grumos en el arroz con leche.
El periodismo sin señas de identidad permite que alguien comente: "ese texto es demasiado literario". La frase debería ser tan rara como la de un chef que dijera: "ese guiso es demasiado gastronómico". Casi siempre, la objeción se refiere a que el texto es complicado. La claridad es un requisito de la prensa (el desembarco en Normandía no se puede comunicar como un poema dadaísta), pero el miedo a la diferencia ha llevado a renunciar a los adverbios y los adjetivos.
Al alejarse de su esencia, la prensa escrita pierde lectores en todas partes. Mientras los periódicos adelgazan, los periodistas engordan.
No será por mucho tiempo. No hay vida sin historias. Nada más urgente que la crónica de un beso.

Juan Villoro

El periodismo que sobrevivirá es el que aproveche la plataforma digital para contextualizar la noticia


Palacio dijo que la gran fortaleza del periodismo digital es que "el espacio es ilimitado y ya no existe el límite del papel". (Foto gentileza: Aldo Iñiguez)

El brasileño Marcos Palacios, de la Universidad Federal de Bahía cerró la primera jornada del V Foro de Periodismo Digital de Rosario con una conferencia referida al “ciberperiodismo y la memoria”. Resaltó las posibilidades que entrega el ciberperiodismo que no tiene límites espaciales para comunicar las noticias lo que le permite contextualizar los acontecimientos y destacó que ya no existe la tiranía propia del espacio que atormenta a los diarios de papel.
Ante un auditorio colmado por participantes del Foro al que ya se inscribieron más de 680 personas, Palacios comenzó resaltando al periodismo como un lugar desde el que se construye la memoria colectiva, y recordó que los diarios son consultados por los historiadores. “Primero el periódico sustituyó las campanas para marcar la cadencia de la vida de los hombres, el periódico pasó a ser una memoria de lo cotidiano”, dijo.
Según describió Palacios “el periodismo pre-digital accionaba la memoria en algunas situaciones: como carácter conmemorativo, indicando el final de la trayectoria de alguien o de algo, indicando el fin de procesos”.
Con internet, con la digitalización se produjo una ruputra de lo que llama “límites crono-espaciales, lo que significa que por primera vez tenemos una plataforma de consumo del periodismo que no tiene límites de espacialidad, es ilimitado lo que se puede meter ahí, no hay cantidad de páginas de papel que funcionan como límite algo que atormentó mucho a los editores”.
El periodismo digital, -dijo- funciona en “múltiples plataformas” desde donde se produce y se consume la información como son las computadoras, los teléfonos móviles, las notebooks.
El ciberperiodismo produce una “potencialización de la memoria” porque permite  “contextualizar el relato”, y dice que con noticias relacionadas se agrega riqueza al relato, “se puede comparar con eventos pasados, es una oportunidad de analogías, invitar a la nostalgia, deconstruir y reconstruir nuevos actos a las luz de acontecimientos del pasado”.
“La noticia de ayer no es el papel para envolver el pescado de hoy, y sí es una noticia correlacionada para utilizar mañana”, dijo Palacios que festejó una y otra vez las posibilidades que trae internet para la cosntrucción y contextualización del acontecimiento.
En este sentido pidió que los archivos de los diarios sean de dominio público, que se pueda acceder a ellos y no se deba pagar por ello.
Labor periodística. "Una cosa es el testigo y otra cuestión es la actividad periodística que tiene un discurso propio", aclaró Palacios quien explicó que los usuarios se pueden transformar en testigos de un hecho y también en un coproductor de la información periodística.
La memoria está de moda. Palacios advirtió que hay una moda de la memoria e incluso afirmó que "hay una guerra de memorias". Enumeró los museos, tratados y referencias a la memoria que se reproduce en los países latinoamericanos.
También señaló que "la persistencia de la memoria no siempre es positiva" y ejemplificó con las personas que son codenadas y apresadas de las cuales nunca se habla de su liberación. En ese sentido contó la anécdota de una persona que fue a solicitar a un medio digital que saque una noticia del archivo en el que describía que él había sido protagonista de un robo. "No consigo trabajo, yo ya cumplí mi pena pero cuando me desestiman de los trabajos porque googlean y aparece esta noticia", argumentó este hombre.
Programa para mañana. Por la mañana se desarrollarán los talleres previstos y desde las 14.30 en el auditorio de Osde, en Oroño 949, la primera conferencia será de Alejandro Linares que hablará sobre la Agencia Pulsar de Brasil. Además Pablo Andrés y Escandón Montenegro de Ecuador hablarán sobre cibermedios y cibercultura.
Desde las 16.45 llegará el conversatorio en televisión digital con Roberto Igarza y Julio Bertolotti. Para que a las 19 la última conferencia esté a cargo de Joao Canavilhas. Más información en www.fpdrosario.com.ar

Los lectores tienen hambre de algo más que el minuto a minuto


Joe Sacco: los lectores tienen hambre de algo más que el minuto a minuto
"la razón más importante ha sido hablar del concepto de periodismo".
 MADRID. "Internet marca el ritmo del periodista, pero el lector tiene hambre de algo más que la actualización minuto  a minuto". Así piensa Joe Sacco, quien ha colocado en el mapa una poderosa forma de hacer periodismo a través del cómic, poniendo rostro y nombre al sufrimiento cotidiano.

"Reportajes" (Mondadori) es el nuevo libro de este maltés nacionalizado estadounidense, en el que recopila seis trabajos realizados para la prensa internacional, viajando desde Palestina a la India, pasando por Chechenia e Irak.

Sobre el lanzamiento de este libro y sobre su visión del periodismo de hoy en día, el dibujante habló con Efe por teléfono desde su residencia en Portland (Estados Unidos).
 Joe Sacco, que saltó a la fama por sus obras sobre el conflicto en Palestina y la guerra en la antigua Yugoslavia, es el nombre más representativo de una generación de autores entregados a este género, al que llegó desde el ejercicio de un periodismo que no le satisfacía y su afición por la caricatura y el dibujo.

En "Reportajes", el dibujante expone las claves de su trabajo -defendiendo la honradez frente a la subjetividad de una viñeta- y comenta cada una de las historias, revelando interesantes y jugosos detalles del proceso de elaboración.

"Miras atrás y ves que tienes un montón de historias que la gente no ha visto. Quería mostrar que, aunque me concentré en la guerra de Bosnia y en el conflicto entre Palestina e Israel, también me importan otras cosas y otras partes del mundo", argumentó Sacco ante el lanzamiento de esta colección de reportajes.

No obstante, confesó, "la razón más importante ha sido hablar del concepto de periodismo".

Y preguntado por la situación de esta profesión, sujeta a la permanente actualización de contenidos, el dibujante opinó: "Los periodistas persiguen cambios muy pequeños, día a día, o inclusive, cambios de hora en hora; y a veces, la historia se les escapa. No porque no sean buenos, que lo son, sino porque internet está marcando el ritmo".

"Los lectores tienen hambre de algo con un poco más de sustancia. Creo que estamos dando menos a los lectores por culpa de intentar perseguir la actualización hora a hora. Quieren algo más que ese minuto a minuto", advirtió.

El espacio es otro de los hándicap del periodismo, y por ello, Sacco confiesa que las tres últimas historias del libro son sus favoritas porque las revistas no escatimaron en páginas para contar el drama de los intocables en la región india de Kushinagar o para hablar sobre la inmigración africana clandestina. "Sí, un privilegio", admitió.

También reconoce su predilección por el trabajo con las mujeres chechenas refugiadas, porque va más allá "de la historia general, de las grandes políticas, sobre las que suelen hablar los hombres".
"Cuando te pegas al terreno -afirma-, ves el pequeño sufrimiento; te das cuenta que eso es lo que realmente desgasta a la gente; es conmovedor y triste", sentenció.

Esa es la desesperación de las mujeres por no tener una tienda para refugiarse en un campo de desplazados o por no disponer de una cazuela para calentar una insípida sopa.

De todas estas personas con las que se entrevistó en los últimos diez años, Joe Sacco apenas pudo mantener el contacto con un par de ellas en cada lugar del mundo que visitó para relatar el azote de la violencia.

Alguna de ellas podrá verse reflejada en la película que adaptará al cine su cómic "Notas a pie de Gaza", dirigida por Denis Villenueve, quien ya adaptó "Incendies", la obra maestra teatral de Wajdi Mouawad.

"Ha sido una decisión muy difícil. No soy la típica persona que está deseando involucrarse en una película. No quiero estar involucrado en el día a día, porque he estado siete años con ese trabajo y creo que no puedo hacerlo mejor. Es hora de que alguien lo vea desde otra perspectiva; tengo que delegar", concluyó.

De Almudema González/ EFE


¿Para qué sirve un periodista?


¿Para qué sirve un periodista?
Pascual Serrano defiende que el compromiso ético es más importante que la neutralidad, y cita ejemplos paradigmáticos como Kapuscinski, Walsh, Snow, Reed o Capa





En la mayoría de facultades españolas - con maravillosas excepciones -, los periodistas se forman bajo el paradigma sostenido con dos principios supuestamente inquebrantables: la objetividad y la imparcialidad. El experto en análisis de los medios de comunicación, Pascual Serrano, aboga Contra la neutralidad en su nuevo libro, en el que, tras los pasos de grandes profesionales, como Kapuscinski, Walsh, Snow, Reed o Capa, asegura que “el culto a la objetividad provoca que los reporteros que presencian tragedias y sufrimientos cuyos responsables están perfectamente identificados vean que sus crónicas terminan llegando al público descafeinadas”.

Los periodistas, hasta que se demuestre lo contrario, son personas vivas. Sujetos que ven, sienten y reflexionan. Entonces, ¿qué quiere decir ser objetivo? Alguien que enfoca su mirada, que tiene voluntad de estilo, que pregunta más de la cuenta, no es objetivo. Ni cómodo. No es un sofá. Objetivos son, sí, los objetos. Los pantalones usados, las lámparas amarillas, las sillas aerodinámicas. ¿No hemos confundido, pues, los pilares de la profesión con una falacia que nos impide ir más allá de los datos y los números?

La equidistancia y la pluralidad
Serrano mantiene que la imparcialidad de la que algunos alardean es “solo una labor mecánica, algo así como el cumplimiento de órdenes, la obediencia debida del militar”. Pero el consultor, y especialista en política internacional, desnuda otro de los mitos contemporáneos del periodismo: la equidistancia. “No es cierto que la verdad se sitúe a mitad del camino de dos puntos de vista contrapuestos”. Poner ejemplos concretos no es nada difícil: ¿Cuántas personas se manifestaron en la huelga general? ¿La media surgida del número ofrecido por las fuentes oficiales y del que dieron los sindicatos? ¿O una cifra independiente? Si vamos a casos más extremos, la idea de equidistancia cae por sí sola. ¿La verdad de lo que ocurre en Siria se puede formar a partir de lo que dice las dos partes enfrentadas? Si una víctima denuncia que han bombardeado a toda su familia y el Gobierno asegura que han sido terroristas, ¿ser neutral y equidistante sería afirmar qué exactamente?

Con esa “curiosa idea de que, si incluyes una cita de cada bando, ya has cumplido el objetivo” se banaliza el ejercicio periodístico y, según Pascual Serrano, quizás se ignora que alguien está intentando “justificar un crimen”. Para el autor, “el problema es que estamos creando un profesional que ya no sabe incorporar principios y valores éticos y culturales a su trabajo”. Su vocabulario, añade, “se limita a la exposición de hechos y no incluye la elaboración de reflexiones o análisis”.

Es importante dejar claro que este ensayo apuesta por un modelo de periodismo que sea plural - que pregunte a todas las partes aunque no crea a todos por igual -, que sea riguroso - que no justifique manipulaciones por coincidir ideológicamente - y, sobre todo, que sea honesto. O sea, que no mienta, que su compromiso sea sincero y auténtico. Un buen periodista, si no es un mueble, se puede equivocar, pero no traicionar a su lector, ni mucho menos a sí mismo.

El periodista comprometido
Ryszard Kapuscinski, en esta línea, señala que un corresponsal no puede creer en la objetividad de la información “cuando el único informe posible resulta personal y provisional”. No es neutral, ni quiere serlo, porque ha adoptado una actitud, una intencionalidad: el compromiso frente a las injusticias. El periodista, esté cubriendo una guerra o esté en su mesa explicando un desahucio, tiene una responsabilidad social. Hablar de lo que no se habla, “subrayar lo que se margina”.

Kapuscinski cree que el profesional debe intentar “provocar algún tipo de cambio”. “Sin utilizar el odio o estimular la venganza”, argumenta el polaco, el periodista debe utilizar su bagaje para enriquecer el texto, y es que el que escribe no es simplemente un espectador frío, un contendor de sucesos, un altavoz de declaraciones, un técnico que empaqueta la información: “es importante que no te contagies de esa enfermedad terrible que es la indiferencia”.

John Reed, quien explicó la Rusia revolucionaria en Díez días que estremecieron al mundo, tampoco fue neutral ni objetivo. Sin embargo, Serrano asevera que “su rigurosidad le impide creer precipitadamente algunas versiones” de fuentes que entiende como afines. Reed, que suele utilizar la primera persona, demuestra que la pasión no está reñida con escribir con precisión y profundidad.

Rodolfo Walsh, célebre autor de Operación Masacre, es otro de los periodistas escogidos en este libro. Walsh, quien denunció el fusilamiento clandestino de un grupo de ciudadanos argentinos en 1956, afirmaba que las dos cualidades esenciales del buen profesional son la “exactitud y rapidez”. Permanece desaparecido desde el 25 de marzo de 1977, y se ha convertido en todo un icono de la libertad de expresión.

Edgar Snow, por su parte, que fue el hombre que “descubrió” Asia a Occidente, recurre “desde Aristóteles hasta Mark Twain para explicar China y sus acontecimientos”, y su inteligencia le sirvió para conseguir grandes exclusivas, como la entrevista que realizó a Mao y al resto de líderes comunistas. Serrano nos dice que “a pesar de su simpatía y su defensa de la revolución china, no dudó en expresar inquietud”, y criticó el culto a la personalidad de Tse-tung.

Por último, encontramos en Contra la neutralidad el caso de Robert Capa, un referente del fotoperiodismo que aseguraba que “ante una guerra hay que tomar partido, sin lo cual no se soporta lo que ahí ocurre”. Pese al incalculable valor de su obra, los que le conocieron atestiguan que era modesto y que se planteaba, como el resto, la utilidad ética de su trabajo, sobre todo tras el decepcionante colapso del idealismo en España.

La intencionalidad y la información
Pascual Serrano sabe que el ciudadano huye del artículo de opinión disfrazado de noticia, y “desconfía de cualquier argumentación que no incluya información, datos, testimonios fiables”. Por ello, mantiene que el reportaje se ha convertido en el soporte más adecuado para el periodista que no quiere caer en la nota de prensa o el teletipo de agencia. El también autor de Traficantes de información (2010) insiste en que “la intencionalidad es lícita y efectiva si está dominada por la credibilidad y no por el mero mensaje ideológico”.

El libro de Serrano concluye con un interrogante, el periodismo que viene. Según el autor, en los últimos años hemos asistido a una “obsesión por el sensacionalismo” y, en el mejor de los casos, los profesionales se limitan a responder telegráficamente las cinco W inglesas (qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué). Sea para la red o para el papel, sea en un texto breve o en una extensa crónica, si obviamos los antecedentes, el contexto y el nervio, estaremos produciendo un depósito de información. Los periódicos serán un cementerio de documentos sin interpretar que, por lo tanto, renuncian al conocimiento. Para escribir, apunta Serrano, hace falta valor, y “para tener valor hace falta tener valores”. Las máquinas, las que copian y pegan inventarios estériles, aún no lo tienen.

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http://www.lavanguardia.com/libros/20120607/54305748699/periodista.html